Continuación de la Historia Interminable
Los cuatro amigos mensajeros
Los
cuatro mensajeros decidieron despedirse
en el mismo lugar en donde se habían conocido. A ninguno le agradaba tener que
despedirse de esta gran amistad pero tenían que volver a donde pertenecían.
Esta vez, trataron de ir juntos por el mismo camino para estar más tiempo
unidos y llegar al Bosque de Haule. Pero ese tiempo no duró mucho ya que cada
uno tenía su ritmo de traslado y por esa razón, fueron cada uno por su cuenta.
En medio
del camino, Blubb, el fuego fatuo, se tropezó con una rama y cayó a una laguna.
Y como es una especie de fuego, se “apagó” y quedó inmóvil en el agua.
Úckuck, el diminutense, cayó en un hormiguero muy profundo cuando
su caracol frenó de golpe.
Vúschvusul, el silfo nocturno, quedó atrapado en una flor de
irresistible aroma, tanto que él se metió en la planta y ésta lo atrapó.
A Pyernrajzark, el gigantesco comerrocas, lo absorbió un gran
viento fuerte y terminó encerrado en una cueva que no tenía salida.
Mientras
Blubb flotaba en el agua, una sirena se acercó y le dijo:
— Hola,
¿qué haces ahí?
— Hola,
soy un fuego fatuo, y si no estoy encendido pierdo mis fuerzas…
— Oh,
¡qué pena! ¿Qué puedo hacer para ayudarte?
— Necesito
que me saques del agua, hasta que no me seque
por completo no volveré a brillar.
— Está
bien, te dejaré en la arena y me quedaré contigo hasta que te recuperes—
respondió muy dulcemente la sirena.
Definitivamente, las sirenas eran
una de las especies más amables y confiables en Fantasía.
Úckuck
estaba como prisionero en el hormiguero. Como nadie le creía la historia de que
se había tropezado y caído al hormiguero accidentalmente, fue acusado de
ladrón. Por suerte él era un buen observador y
recordó que en una esquina de la sala, había una pequeña rejilla. Aprovechó
y escapó por ese diminuto agujero. No fue tan fácil pero lo logró. Cuando
estaba llegando al final del recorrido, notó que del otro lado asomaba una
escalerita. ¡Cómo no la había visto! Digamos que tan observador no era…
El
silfo ya no resistía más dentro de esa flor. Además, se estaba llenando de un
verdoso líquido viscoso que le daba náuseas. El murciélago intentaba salvarlo
pero no había caso. Vúschvusul ya no resistiría más allí pero al cabo de un
rato, llegó su salvación: un enorme colibrí conocido con el nombre “El gigante
Colibritany”, única en su especie en Fantasía. Ella, con su pico filoso, podía
superar a cualquier flor del mundo. Libando en la flor, logró sacar al silfo
vivo aunque un tanto pegajoso.
Por
último, el comerrocas, se las pudo arreglar fácilmente cavando con sus enormes
manos y saliendo por el otro lado de la cueva. Pero lo que se le complicó fue
encontrar el camino para llegar al bosque.
Al
cabo de unas horas, los cuatro amigos finalmente se encontraron en el Bosque de
Haule. Pasaron toda la noche divirtiéndose, riendo y contándose todo lo que les
había sucedido. Al día siguiente habían desaparecido y esta vez, la Nada no tuvo nada que ver con
eso… Pero ésta es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
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