"Oma..."
Hace muchos años, en
un pueblito situado en una pequeña isla, vivía un jardinero llamado Max. Era un
hombre de mediana edad, con mucha experiencia en jardinería. Su esposa, Claris,
se pasaba los días cocinando pasteles y ofreciéndoselos a sus vecinos junto a
su amada hija Denis.
Un día, alrededor de las cinco de la tarde,
cuando Max, Claris y Denis merendaban juntos, el teléfono sonó. Era extraño ya
que rara vez alguien llamaba. Max atendió sin haber terminado de tragar su
bocado. Al colgar Max le informó a Claris que era una nueva cliente y que debía
ir a su jardín a trabajar a partir de las seis de la tarde.
Al día siguiente,
Max llegó a la casa de su nueva cliente. Observó que la fachada estaba algo
rota y sucia. La madera rasgada, las rejas oxidadas y parte de los vidrios de
las ventanas desparramados por el suelo. Max se paró frente a la puerta y la
empujó suavemente. La puerta se abrió y Max entró. Lo único que vio fue la
enorme oscuridad que habitaba esa casa. Un frío aterrador le invadió el cuerpo.
Algo preocupado, llamó a la cliente pero no obtuvo respuesta. Salió al jardín y
comenzó su trabajo. Cerca de las ocho de la noche tomó sus cosas y se marchó rumbo a su casa en
su bicicleta. Los vecinos de aquel barrio lo miraban sorprendidos, pero él
siguió su camino sin importarle demasiado. Al otro día, cuando Max estaba cerca
de abrir la puerta de aquella espeluznante casa, un anciano se le acercó.
— ¿Tú eres el nuevo dueño de esta
casa? — preguntó el anciano.
— No. ¿Por qué me pregunta eso?
— Porque esta casa lleva muchos
años abandonada ¿Por qué viene usted aquí?
— A mí me han llamado para que
trabajara en el jardín…— respondió Max, algo desconcertado.
— ¿Acaso sabe usted quién lo ha
llamado?
— No, no me ha dado su nombre…
¿Quién habrá sido?
— Cuentan que aquí habita un
espíritu. Y todo aquel que se atreva a entrar, sufre la maldición de “Oma”.
— ¿Qué es “Oma”? — preguntó el
jardinero.
— Su origen se desconoce… Pero
cuenta la leyenda que una mujer llamada Oma se metió en medio de un bosque para
rescatar a su hija que estaba presa en una choza. Unos hombres encapuchados se
la habían llevado cuando tan solo tenía cuatro años y ella no paró de buscarla
hasta encontrarla varios años después. Entró sorpresivamente en la choza
decidida a todo. Al verla sacó fuerzas de donde no tenía, la tomó del brazo y
huyó con ella lo más rápido que pudo. Dos hombres fueron tras la mujer y su
hija. Corrieron y corrieron sin darse
cuenta que el terreno terminaba cayendo juntas a un precipicio. La joven quedó
colgada de una rama salvando su vida, pero su madre murió. Desde entonces su
fantasma da vueltas por la casa buscando justicia.
— ¿Habrá sido ella quien me ha llamado?
— Puede ser. Yo si fuera tú, no
entraría nunca jamás a esta casa. Ya sabes lo que dicen, aquel que entre pagará el precio de la
venganza y la desgracia caerá sobre su familia.
— Está bien. Gracias.
Max
corrió a su casa algo confundido. Claris estaba repartiendo sus exquisitos
pastelillos. Cuando abrió la puerta de su casa, vio que Denis no estaba mirando
la tele como lo hacia siempre que volvía de entregar pasteles. Mientras
cocinaba la cena, vio que Max entró rápidamente asustado.
— ¿Qué ocurre? —le preguntó
Claris.
— ¿Dónde está Denis?— preguntó
nervioso y alborotado.
— No lo sé. No la he visto.
— Oh no… Esto es malo…
Max le explicó lo que ocurría.
— ¿Entonces vos crees que algo
malo le ha ocurrido? ¿se la habrá llevado “Oma”? — preguntó Claris temblando.
— Espero que no. Que sólo sea una
leyenda. Pero ese lugar es tan frío.
Denis no apareció.
Estuvieron días, semanas, meses,
años sin poder superarlo. Hasta que se acostumbraron a la inexistente presencia
de Denis.
—He
recuperado a mi hija, estamos tan felices— dijo una voz que resonaba en el
pasillo de la casa de Max.
Desde aquel día la casa maldita se
vendió y la leyenda de Oma quedó en el olvido.
Muy bien, Luna. Mucho mejor!
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