miércoles, 14 de noviembre de 2012


Continuación de la Historia Interminable

Los cuatro amigos mensajeros

            Los cuatro  mensajeros decidieron despedirse en el mismo lugar en donde se habían conocido. A ninguno le agradaba tener que despedirse de esta gran amistad pero tenían que volver a donde pertenecían. Esta vez, trataron de ir juntos por el mismo camino para estar más tiempo unidos y llegar al Bosque de Haule. Pero ese tiempo no duró mucho ya que cada uno tenía su ritmo de traslado y por esa razón, fueron cada uno por su cuenta.
            En medio del camino, Blubb, el fuego fatuo, se tropezó con una rama y cayó a una laguna. Y como es una especie de fuego, se “apagó” y quedó inmóvil en el agua.
Úckuck, el diminutense, cayó en un hormiguero muy profundo cuando su caracol frenó de golpe.
Vúschvusul, el silfo nocturno, quedó atrapado en una flor de irresistible aroma, tanto que él se metió en la planta y ésta lo atrapó.
A Pyernrajzark, el gigantesco comerrocas, lo absorbió un gran viento fuerte y terminó encerrado en una cueva que no tenía salida.
            Mientras Blubb flotaba en el agua, una sirena se acercó y le dijo:
    Hola, ¿qué haces ahí?
    Hola, soy un fuego fatuo, y si no estoy encendido pierdo mis fuerzas…
    Oh, ¡qué pena! ¿Qué puedo hacer para ayudarte?
    Necesito que me saques del agua,  hasta que no me seque por completo no volveré a brillar.
    Está bien, te dejaré en la arena y me quedaré contigo hasta que te recuperes— respondió muy dulcemente la sirena.
Definitivamente, las sirenas eran una de las especies más amables y confiables en Fantasía.
      Úckuck estaba como prisionero en el hormiguero. Como nadie le creía la historia de que se había tropezado y caído al hormiguero accidentalmente, fue acusado de ladrón. Por suerte él era un buen observador y  recordó que en una esquina de la sala, había una pequeña rejilla. Aprovechó y escapó por ese diminuto agujero. No fue tan fácil pero lo logró. Cuando estaba llegando al final del recorrido, notó que del otro lado asomaba una escalerita. ¡Cómo no la había visto! Digamos que tan observador no era…
      El silfo ya no resistía más dentro de esa flor. Además, se estaba llenando de un verdoso líquido viscoso que le daba náuseas. El murciélago intentaba salvarlo pero no había caso. Vúschvusul ya no resistiría más allí pero al cabo de un rato, llegó su salvación: un enorme colibrí conocido con el nombre “El gigante Colibritany”, única en su especie en Fantasía. Ella, con su pico filoso, podía superar a cualquier flor del mundo. Libando en la flor, logró sacar al silfo vivo aunque un tanto pegajoso.
      Por último, el comerrocas, se las pudo arreglar fácilmente cavando con sus enormes manos y saliendo por el otro lado de la cueva. Pero lo que se le complicó fue encontrar el camino para llegar al bosque.
      Al cabo de unas horas, los cuatro amigos finalmente se encontraron en el Bosque de Haule. Pasaron toda la noche divirtiéndose, riendo y contándose todo lo que les había sucedido. Al día siguiente habían desaparecido y esta vez, la Nada no tuvo nada que ver con eso… Pero ésta es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

domingo, 2 de septiembre de 2012


Una clase fuera de lo común

        Estaba en la clase de historia y Paula y yo estábamos aburridas. Queríamos salir de la escuela pero parecía que el tiempo se hubiera detenido…Mientras la profesora explicaba en el pizarrón, nosotras pensábamos cómo hacer para no estar en esa clase. Nos pasábamos papelitos que usábamos para comunicarnos, hasta que se me ocurrió una idea: ratearnos de la clase. Paula no estaba muy convencida, pero era la única opción hasta el momento. Ella pensaba que su mamá la castigaría si la descubrían pero aceptó la propuesta para no parecer un aguafiestas.
            Fuimos al escritorio y le preguntamos a la profesora si podíamos ir al baño pero ella nos dijo que no. En ese instante, entró el preceptor y, como la maestra parecía gustar de él y no lo dejaba de mirar, nosotras aprovechamos para salir. Fue fácil porque los demás estaban hablando y gritando y el preceptor hablaba con la profesora.
            Al salir, nos escondimos en el baño por si nos descubrían y allí, pensamos a qué lugar íbamos a ir. Salir de la escuela no era tarea fácil. Teníamos que ir a algún lugar oculto. A Paula se le ocurrió ir al sótano. No era mala idea, pero había un problema: necesitábamos las llaves.
            Al salir del baño, nos encontramos con Juan y Fabián. Eran nuestros mejores amigos y parecía que también se habían rateado.
    ¿Qué hacen ustedes acá? —preguntó Paula.
    Nosotros tenemos la misma pregunta — respondieron.
    Nosotras salimos porque estábamos aburridas en clase —dije.
    Ah, entonces se ratearon ¿no?
    Bueno… digamos que sí. ¿Y ustedes qué vinieron a hacer?
    Lo mismo que ustedes.
    ¿Y adónde piensan ir?
    No sabemos todavía, ¿Y ustedes?
    Al sótano — respondí.
    Ah, mirá vos… ¿Y cómo piensan entrar?
    Y… eso estábamos pensando —
    Esperen, yo vi las llaves colgadas en el armario de la biblioteca —dijo Fabián.

Salimos corriendo hacia la biblioteca, tomamos las llaves y fuimos hasta el sótano. En frente nuestro teníamos la puerta. Probamos con todas las llaves para abrirla hasta que lo conseguimos. Estaba oscuro y el olor no era agradable. Caminamos lentamente mientras el piso rugía. Cerramos la puerta, bajamos las escaleras y con la poca luz que había, nos pusimos a charlar. Estábamos ansiosos. Revisamos las cajas que había, los estantes repletos de hojas y objetos raros. Pero lo mejor pasó cuando Juan corrió la caja: una puerta pequeña apareció, sólo cabíamos nosotros agachados. Estaba llena de polvo y telas de araña. A la fuerza, los chicos pudieron abrirla. Ellos querían entrar pero nosotras no estábamos tan seguras. Además, había bichos, pero igual terminamos entrando. Primero se animó Juan. Paula se entusiasmó y entró también. Fabián quiso saber de qué se trataba y a mí no me dejaron opción. No me iba a quedar sola afuera, entonces respiré profundo y entré.
Un montón de adolescentes uniformados, más o menos como nosotros, caminaban de un lado a otro sin percibir siquiera nuestra presencia. Ordenaban libros empolvados, repasaban lecciones, escribían en papeles interminables.
    ¿Quiénes son? — preguntó Paula.
    Vamos a averiguarlo — sugirió Juan, y se acercó a uno de ellos para preguntarle. Pero nada, ni una mueca, ni una mirada…

Fabián quiso tomar el brazo a uno pero su mano traspasó el cuerpo del otro.
    ¡Son fantasmas! — exclamó.

Nuestra respiración se detuvo, el miedo comenzó a invadirnos. Un escrito en la pared nos llamó la atención. Juntos nos acercamos y Paula comenzó a leer en voz alta: “Cuando a un alumno de esta institución se le ocurre la idea de abandonar el edificio, los demonios se encargan de traerlo hasta este lugar donde nunca jamás verá la luz del día y continuará más allá de su vida estudiando eternamente”.
      Gritamos desesperadamente y corrimos hacia la pequeña puerta por donde habíamos entrado, pero no pudimos abrirla. Un escalofrío abrazó nuestros cuerpos, estábamos atrapados y no sabíamos que hacer. ¡Qué desesperación! ¡Qué angustia! Sólo tenía ganas de llorar. Prometí nunca más pensar en salir de alguna clase. Una mano tocó mi hombro y me preguntó: ¿Qué pasa, te sentís mal?
Era la profesora de Historia que, al verme llorando, se preocupó. Levanté mi cabeza, Paula y los chicos estaban en sus bancos. No entendía nada… ¿Habría sido un sueño?


domingo, 5 de agosto de 2012

Diálogo entre Nemo, Conseil y Aronnax

Diálogo pensado para intercalar en un fragmento de Veinte mil leguas de viaje submarino  (Julio Verne)



— ¡No lo puedo creer! ¡Somos los primeros en navegar hacia el polo! — exclamó Nemo.
—Si, excelente ¿no? Este lugar es magnífico... Tiene un paisaje inexplicable... — comentó Aronnax.
—Si, claro... Pero no estaría mal irnos ahora...  —dijo nervioso Conseil.
—No sé si vamos a poder... Me gustaría quedarme un rato más para disfrutar este lugar, porque capaz jamás volveremos... —
—Si... el profesor tiene razón. Aprovechemos estos momentos que seguro serán los únicos y últimos. —
—Claro, pero digo que me gustaría viajar a otro lugar. —dijo Conseil.
—Bueno... No estaría mal... —
—No, claro que no... Pero vayámonos antes de que anochezca; porque de lo contrario, tendríamos que esperar 6 meses para volver a ver el sol. —se rió Aronnax.
—Bueno... Ya podríamos irnos... Hace frío. —quiso convencer el arponero.
—Está bien, ¡Vamos que otra aventura nos espera! —
—¡Si! ¡Allí vamos! —

miércoles, 20 de junio de 2012


Una  mujer y su olla de miel

            Había una vez una mujer que un día fue al mercado con una olla de miel en la cabeza. Mientras iba por el camino, empezó a pensar que vendería la miel y que, con lo que le diesen, compraría una partida de huevos, de los cuales nacerían gallinas y que con el dinero que le diesen por las gallinas compraría ovejas, y así fue comprando y vendiendo, siempre con ganancias. Y pensando en esto, tropezó, la olla cayó sobre una señora, y se rompió en mil pedazos. La señora enojada, la miró amenazadoramente y se transformó en bruja; dijo unas frases extrañas y un agujero enorme y negro empezó a girar arriba de la mujer que llevaba la miel. Luego, el agujero, la atrapó, se la llevó y desapareció. La bruja dio media vuelta y se fue riendo.
            Al final, la mujer fue enviada a un pueblo con el que se encontró personas algo torpes como ella; pero allí, tuvo buenos amigos y hasta formó una familia que terminó gobernando al pueblo. Ella sintió que permanecía a ese lugar y que era más felíz allí que en donde vivía antes.

                                                       FIN 

miércoles, 18 de abril de 2012

Descripción de un animal inventado


Googhuz

Es un animal que vive en los árboles y se alimenta de sus frutos y hojas. Por eso comúnmente se los encuentra en las selvas y es vegetariano.
         Tiene cuernos en su cabeza para defenderse y ojos pequeños que brillan en la oscuridad. Tiene bastante pelaje, aproximadamente treinta dientes y uñas largas y duras para trepar. También sus piernas son muy altas. Este animal mide aproximadamente dos metros.
         Su relación con el ser humano algunas veces es agradable, depende de lo que el ser humano haga delante de él. Si se lo molesta al Googhuz, es probable que mate al humano con los cuernos para defenderse, pero si se sociabiliza con el animal, este cerrará sus anaranjados ojos, tomará de brazos a la persona y la llevará a pasear saltando de árbol en árbol para que esa persona conozca el lugar en donde vive y vaya a visitarlo algunos días porque lo considerará su nuevo amigo...

¡Fin!